Gabriele D'Annunzio
Novelista, poeta y dramaturgo italiano
Gabriele D'Annunzio nació el 12 de marzo de 1863 en Pescara, en la región de los Abruzzos.
Hijo de un terrateniente.
Cursó estudios en Florencia y en la Universidad de Roma. En esta ciudad escribió numerosos ensayos para el periódico Tribuna.
Empezó a obtener prestigio por Canto nuevo (1882), un volumen de poemas acerca de los goces que ofrece la vida. D'Annunzio se dedicó luego a la novela y publicó El Triunfo de la muerte en 1894, en la cual se pueden hallar coloristas descripciones de la vida en los Abruzzos. A partir de 1898, fue el teatro lo que atrajo su atención. Durante una aventura amorosa con la actriz italiana Eleonora Duse, que se prolongó desde 1897 hasta 1902, escribió varias obras especialmente para ella, entre las cuales se encuentran Gioconda (1898) y Francesca da Rimini (1902). La novela El fuego (1900) es un cándido, a la vez que cruel relato basado en aquella relación. La hija de Jorio (1904), sin embargo, considerada por lo general como su obra teatral más vital, fue inspirada por la vida de los campesinos de los Abruzzos.
En 1912, D'Annunzio se arruinó y hubo de marchar a Francia para escapar de sus acreedores. Durante su estancia en aquel país, escribió varias obras en francés; la más famosa de ellas es El martirio de San Sebastián (1911), pieza teatral en verso, para la cual el compositor francés Claude Debussy compuso una música incidental. Entre sus novelas se encuentra El inocente, que Luchino Visconti llevó al cine.
En 1937, fue nombrado miembro de la Real Academia Italiana.
Precursor de los ideales del fascismo. Su ideario nació en Fiume cuando escribió junto a Alceste de Ambris su Constitución. De ahí bebió también Benito Mussolini para implantar su cultura dictatorial imitando a D'Annunzio: su método de gobierno en Fiume, la economía del estado corporativo, rituales el saludo romano, seguidores ataviados con camisas negras y fuerte represión contra la disidencia. D'Annunzio también defendía la política expansionista italiana y aplaudió la invasión de Etiopía.
D'Annunzio sirvió con heroicidad en el ejército italiano durante la I Guerra Mundial. Cuando acabó la guerra, adquirió gran popularidad, al encabezar las tropas que ocuparon Fiume (ahora Rijeka, ciudad de Croacia) desafiando a las potencias aliadas. Al obligarle a entregar la plaza, se retiró a su propiedad en el lago de Garda, donde residió hasta el 1 de marzo de 1938, fecha de su fallecimiento.
Obras
Novela
Il piacere (El placer, 1889)
Giovanni Episcopo (1891)
L'innocente (El inocente, 1892)
Il trionfo della morte (El triunfo de la muerte, 1894)
Le vergini delle rocce (Las vírgenes de las rocas, 1895)
Il fuoco (El fuego, 1900)
Forse che sì forse che no (Puede que sí, puede que no, 1910)
Cuentos y prosa
Terra vergine (Tierra virgen, 1882)
Il libro delle Vergini (1884)
San Pantaleone (1886)
Novelle della Pescara (1902)
Prose scelte (antología, 1906)
Vita di Cola di Rienzo (biografía, 1906)
Contemplazione della morte (1912)
Le faville del maglio (Las chispas del martillo, 1911 - 1914)
Teatro
Sogno d'un mattino di primavera (Sueño de una mañana de primavera, 1897)
Sogno d'un tramonto d'autunno (Sueño de un ocaso de otoño, 1897)
La gloria (1899)
Più che l'amore (Más que el amor, 1906)
Le Chèvrefeuille (1910)
Il ferro (El hierro, 1910)
Le martyre de Saint Sébastien (1911)
Parisina (1912)
La Pisanelle (1913)
Tragedia
La città morta (La ciudad muerta, 1899)
La Gioconda (1899)
Francesca da Rimini (1902)
L'Etiopia in fiamme (Etiopía en llamas, 1904)
La fiaccola sotto il moggio (La llama bajo el grano, 1905)
La nave (1908)
Fedra (1909)
La figlia di Jorio (La hija de Jorio, 1904)
Poesía
Primo vere (1879)
Canto novo (1882)
Poema paradisiaco (1893)
Los cinco libros de Laudi del cielo, del mare, della terra e degli eroi (1903 - 1912):
Maia (Canto amebeo della guerra) (1903)
Elettra (1903)
Alcyone (1903)
Merope (1912)
Asterope (Canti della guerra latina) (1918)
Otoño
Otoño, que en sus ojos reflejabas
y en el mar calmo tu leonado oro
-eran las aguas un quieto tesoro
y más vasta que el mar aun su mirada.
Otoño, no sentó jamás tan fuerte
la tristeza que tú solo difundes
-cuánto de mí, en tus profundos bosques,
son cosas muertas en las hojas muertas-
como ayer. Ayer fue esa suprema
tristeza y fue el amor supremo. Ah nunca,
en las horas más íntimas, la quise
como ayer. Todavía mi alma tiembla.
Ella callaba, envuelta entre la negra
túnica en la que había dispersas flores
tenues, Otoño, com las que doras
en el ínfimo tallo; e inclinada,
miraba el golfo solo, inclinada
como aquel al que un peso atroz oprime.
-¡Oh sombra de su frente! ¿O contemplaba
quizás dentro de sí la propia ruina?
Quizás. No pregunté. Pero tan
plenamente le respondían todas las cosas
visibles, apariencias dolorosas
de almas envueltas en la misma pena,
que yo mismo creí ver su dolor
en esas formas, vivir en un mundo
manifiesto en su corazón profundo,
surgido de aquel solo corazón;
y cada forma para mí fue un signo
que aclaraba un misterio: casi un mudo
verbo; y ya nada fue desconocido,
aun para mí, en el infinito reino.